♠ Posted by Mario in opinión at 12:06
por Alejandro Salamanca Mazuelo (*)
En la industria de la
informática, algunas empresas crean resistencia hacia un producto de
la competencia, diseminando información vaga, imprecisa, sesgada o
tendenciosa. Esta táctica (poco ética pero eficiente), la usan
cuando el costo por la publicidad inicial sobrepasa cualquier
retractación posterior. Es tan conocida esta forma de eliminar a la
competencia que tiene hasta nombre propio: FUD (del inglés Fear,
Uncertainty and Doubt, en español miedo, incertidumbre y
duda).
En los últimos años,
una de las víctimas propiciatorias del FUD ha sido el software
libre. Les ha sido fácil por el poco conocimiento de las personas
acerca del tema. Si preguntamos al azar ¿cuánto sabes del software
libre?, la respuesta casi siempre es «nada». Es más, si
preguntamos ¿has usado alguna vez software libre? nos responderán
que no.
Entonces, ¿porqué las
empresas hacen FUD sobre algo tan intrascendental?
Porque en realidad el
software libre se está volviendo omnipresente.
No se sorprenda saber
que su celular android o su navegador Firefox o Chrome son software
libre. O que la NASA, GOOGLE, TOYOTA, FACEBOOK, la Bolsa de Valores
de NY, la CERN y miles de megainstituciones y megaempresas usan
software libre. En la internet, la mayoría de los sitios web,
funcionan sobre software libre y es un software tan poderoso, que más
del 90% de las supercomputadores del mundo lo han instalado. De igual
manera, la mayoría de los dispositivos «pequeños» (celulares,
televisores, heladeras, gps, kindle, microondas, sistemas de
navegación de los autos, satélites, routers, juguetes, etc.) usan
software libre porque no es complejo ni es enorme.
Ese desarrollo
imparable en todas las áreas de aplicación resulta natural porque,
el software libre, es afín a la idea del proceso colectivo de
construcción del conocimiento científico que exige publicar
los trabajos para ponerlos a disposición de toda la comunidad
científica y la sociedad. De igual manera, en el software libre
se alienta a que los programadores compartan su conocimiento y que
permitan a los demás a que usen ese conocimiento de forma libre.
Esta forma de ver y hacer las cosas, posibilita que los programadores
no tengan que estar en un permanente estado de «descubrir la
pólvora» y se dediquen a lo que no está hecho. Así, cada
programador avanza más rápido y más centrado, «subido en los
hombros de gigantes» como dijo Newton.
Los programas y
sistemas del software libre son construidos sobre un conocimiento
acumulado y progresivo. Millones de dólares, pesos, euros, yenes,
etc. del trabajo de personas que realmente están compartiendo
conocimiento en forma de líneas de código. Un producto mundial que
permite la participación de los más grandes expertos y de aquellos
que apenas están rozando la superficie.
En contraparte, el
software que no es libre (llamado propietario o privativo), encapsula
el conocimiento de su construcción para que, nadie pueda revisarlo,
entenderlo o replicarlo (y que sea castigado severamente por las
leyes si lo hace). Con esta forma de trabajo, cada proyecto tiene que
empezar de casi cero y competir contra los que ya llevan años en el
negocio. Una lógica de negocio del siglo pasado, donde compartir
conocimiento es darle «herramientas al enemigo» y donde el cliente
debe «depender completamente» del proveedor.
El software libre que
en ese sentido es transparente, porque se provee del conocimiento y
del código de cómo funcionan los sistemas, haciendo además
imposible que se introduzcan rutinas adicionales con «agenda propia»
(mecanismos de apagado automático «si no pagas a tiempo», el
«ciberespionaje» o el malware). Además, permite que más personas
(que entiendan el código fuente y los requerimientos del cliente)
puedan dar mantenimiento al software y no exista una dependencia
estricta hacia el desarrollador.
Son estas
consideraciones, por las que el Estado Plurinacional de Bolivia ha
adoptado al software libre como una tecnología viable para nuestro
país y nuestra realidad. Un modelo de crecimiento tecnológico que
permite la participación de más empresas en cualquier lugar del
país, que prestarán servicios de desarrollo, adecuación,
instalación y mantenimiento del software. Esa gran
cantidad de empresas construirán una base sólida de desarrollo
tecnológico sustentable muy diferente de la realidad actual, frágil
y dependiente en extremo (sin mencionar el software ilegal).
Siempre es importante
recalcar que el software libre, no significa que será gratis. Aunque
en este caso, el dinero se quedará en su integridad en Bolivia,
pagando a la gente por su conocimiento y trabajo en vez de por el
«uso de licencias».
Por ejemplo, si los 339
municipios requieren un software, el Estado pagará una única vez
(para el primer municipio). Los demás municipios no lo tendrán
gratis, pues, deberán contratar empresas locales para que
implementen ese mismo software (pero a un costo mucho menor
que si comprar uno nuevo) y para darle mantenimiento o
desarrollar nuevas prestaciones. Este modelo de negocios permite que,
inicialmente las grandes empresas sigan haciendo software y que las
pequeñas lo implementen. El Estado gastará menos pero habrá un
flujo económico mayor hacia la sociedad. El software será más
homogéneo y por tanto la mejora en un municipio, podrá significar
la mejora en todos.
El software libre
significa un nuevo modelo de negocios donde el Estado gastará menos
y aún así, más dinero se quedará en el país. Significa –hay
que precisarlo– , que alguien «no ganará como antes» y que no se
quedará quieto viendo pasar el desfile de millones de dólares,
euros y pesos, hasta ahora bajo su control. Así que debemos estar
listos y pendientes. El modelo de negocios del siglo pasado, a su
arsenal de «lobby» y «premio» ahora potenciará el FUD.
Queda remangarnos la
camisa y empezar a aprender sobre este fascinante mundo del software
libre; ver cómo actuamos, como participamos, como generamos y como
ganamos en el negocio de los próximos siglos.
Todo está de nuestra
parte.
(*) Miembro de la Comunidad de Software Libre de Bolivia.
La nota de opinión se publico en el suplemento Ideas de Página Siete. Domingo, 23 de Febrero de2014.
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